A Roberto Castro, un amigo entrañable, de esos que quieren a uno en las buenas y en las malas, le diagnosticaron leucemia. Yo me enteré de la terrible noticia una mañana en la que andaba trabajando duro, por esas calles de Dios.
Recibir la nefasta noticia fue muy duro para mí, porque imaginaba qué sería de este muchacho, que adora con locura a sus niñas y su mujer, cuando se enterara que padecía la enfermedad.
Cuando llegué a la clínica lo encontré jadeante, allí hacía un calor infernal.
Mi amigo tenía puesto oxígeno, pero parecía axfisiarse de todas formas. Entré a su cuarto, traté de ser fuerte y contener las lágrimas al notar que al verme comenzó a llorar.
"Mi amiga, tú eres mi gran amiga, mi hermana". Su respiración parecía volverse más agitada y tuve que salir de allí. Su esposa y yo nos abrazamos en silencio, pero nuestro llanto nos delató.
Yo decidí que a mi amigo había que sacarlo de aquella clínica de mala muerte, donde ni el oxígeno funcionaba. Fue así como lo trasladamos a la Plaza de la Salud.
Allí Roberto fue tratado con dignidad y sobre todo, se le enseñó cómo cuidarse de la enfermedad, tras recibir varias sesiones de quimioterapia.
El ahora está en casita con su familia. Su ánimo y su entusiasmo para la vida lo mantienen vivo y con una Fe inigualable. "Dios me salvó, me dice con la seguridad con la que sólo hablan aquellos que tienen a Dios en su corazón.
Hoy, domingo por la mañana recibí esta fotografía con un fotomontaje que el mismo realizó. En ella se ve su cara, mientras estaba en el hospital y Jesús sanando su cuerpo y su espíritu.
Hoy desde este espacio yo le deseo lo mejor del mundo a mi amigo Roberto y espero que el cielo lo siga bendiciendo siempre.
1 comentario:
Un hombre que mantiene la fe en alto, a pesar de estar en las peores condiciones como ser humano. A él igual le deseo lo mejor y que se recupere pronto.
Publicar un comentario